Nuestro verdadero legado yace en las vidas que tocamos.
Como dice David Brooks en su libro The Road to Character, debemos fijarnos en las virtudes de las que se hablará en nuestro funeral. Las virtudes de nuestro curriculum, enmarcadas por nuestro conocimiento y capacidades tendrán poca relevancia cuando se hable de nuestra historia y contribuciones. La gente recordará como la hicimos sentir, citando a la poetisa Maya Angelou.
La gente recordará nuestra amabilidad o nuestra frialdad. La gente recordará nuestra iniciativa siempre dispuesta o nuestra indiferencia. Nuestro verdadero legado es la suma de decisiones que reflejaron nuestra fuera de ver la vida.
Nuestro legado puede hablar desde lo positivo o desde lo negativo.
Si renunciamos a gestionarlo, su formación será el resultado desordenado de visiones parciales de quienes nos conocieron en momentos y circunstancias en las que no fuimos nuestra mejor versión.
Si queremos evitar eso, nuestro legado debe ser nuestra prioridad con cada decisión y con cada día buscando proyectar nuestros valores y nuestra mejor orientación hacia objetivos nobles.
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