Una de las mejores lecciones de liderazgo la aprendí hace más de 10 años con uno de mis mentores. Él me introdujo al concepto de los dos horizontes para la gestión de una empresa. Este es un concepto que viene del libro Mission Possible de Ken Blanchard. En él se habla de 2 curvas de gestión. En la primera curva u horizonte se busca la competitividad, asegurar el presente de la empresa con calidad y cumplimiento de su promesa de valor. Las acciones de este horizonte sirven para mantener a la empresa en el campo, pero para proyectarla a clase mundial se necesita una segunda curva: El horizonte de la innovación.
En la segunda curva se necesita imaginar al cliente del futuro, a los competidores del futuro. Se necesita retar los procesos y productos que se tienen. Sin innovación y una presión propia por atacar nuestros propios paradigmas, no podremos generar una ventaja sostenible. El horizonte de la innovación significa experimentar con sus respectivos costos de oportunidad.
Gustavo, mi mentor, decía que si te quedas en el horizonte 1, siempre serás combativo. Pasar al horizonte 2 es lo que te vuelve distintivo, un referente de tu industria al que tienen que seguir los demás. Pensando en los hábitos de Stephen Covey, en el horizonte 2 eres proactivo para siempre estar marcando el paso de la industria y cuidando tu posicionamiento. Cuesta abrir brecha y asumir ciertos fallos en innovaciones. Pero empresas como Google, Apple, 3M y Amazon, entre muchas otras, demuestran que vivir en el horizonte 2 paga.
Implica culturalmente siempre sentir esa presión y paranoia de la que hablaba Andy Grove de Intel, para evitar sentirte conforme; para evitar la complacencia que te vuelve débil. Con esa mentalidad apoyada por una mejora continua en el horizonte 1, puedes generar una reinvención periódica de productos y procesos que hagan de la compañía un éxito sustentable.
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