En la labor del liderazgo no siempre se logra la influencia deseada.
Hay ocasiones que después de alinear 3, 4, 5 o más veces no se aprecia el cambio de conducta que buscamos en el colaborador. Si todo lo has comunicado de forma oportuna y además has dado ejemplo constante de lo que estás buscando, entonces has hecho todo bien.
Si has sido explícito de lo que no está funcionando y has ofrecido alternativas de mejoras al colaborador, y aún así no hay respuesta, puedes tener tranquilidad que has hecho todo lo que está en tu control.
Como líder has sido maduro, asertivo, oportuno y además constructivo.
No se puede insistir por siempre cuando sabemos que es decisión de cada persona el elegir un camino o no con absoluta libertad. Aunque eso te pueda resultar descorazonador y llevarte a una de esas conversaciones agradables, debemos sentirnos en paz.
Y sobre todo, no debemos perder de vista en dónde siempre debemos ver consistencia y desplazamientos positivos de conducta: En nosotros mismos. Si mantenemos el rumbo firme y seguimos dando ejemplo en nuestro caminar, encontraremos a quienes nos seguirán y fortalecerán nuestras elecciones. Pero si perdemos la consistencia, perderemos nuestro liderazgo y dejaremos de crecer. Por eso, esta palabra clave del liderazgo nos debe acompañar en todo momento sin importar lo duro del camino.
La consistencia nos permite honrar nuestros valores, prioridades y sin duda; fortalece nuestra marca personal para tener una coherencia que proyecte nuestra mejor versión donde vayamos.
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