Desde la antigua Grecia nos dejaron una lección importante para cualquier oportunidad de pararnos ante una audiencia. No se trata solamente del contenido de nuestro mensaje. No se trata del escenario o de la calidad de nuestras diapositivas. Debemos ir a cosas más simples para generar más impacto. Aristóteles nos regaló hace tiempo lo que se conoce como el triángulo retórico. A través de él se puede calificar al presentador y entender su capacidad de persuasión. Veamos cada elemento:
El ethos se refiere a la credibilidad del orador. Esto lo puedo asociar con las credenciales, con la reputación que estamos proyectando. Para que este elemento tenga todo su poder desplegado debemos tener el conocimiento que respalde nuestro mensaje. Aquí es donde la experiencia previa y la certificación de nuestra trayectoria pesa. Igualmente aquí entra en juego la imagen que proyectamos. Un atuendo formal ante un sector como el financiero corresponderá con las expectativas necesarias. Un atuendo casual y con accesorios industriales en una planta de producción será coherente.
El logos se refiere a la lógica del mensaje. Aquí hay que cuidar tanto la secuencia, el vocabulario y los elementos que complementen al mensaje. Dependiendo de la audiencia el tiempo debe ser calibrado para maximizar la atención. Una regla de experiencia que algunos colegas me han compartido es estructurar los mensajes en máximo 3 elementos. Más contenido en el mismo mensaje es difícil de retener. Y obviamente hay que reservar el lenguaje técnico para quienes lo requieren. La simplicidad siempre creará más involucramiento de la audiencia.
Y el pathos es el toque extra que podemos dar a nuestro mensaje. Nuestras emociones generan conexión y fijan el conocimiento. En nuestras emociones creamos experiencias para la audiencia. Expresarnos jugando con nuestro tono de voz, con nuestros gestos puede hacer más memorable el mensaje. Y de esta forma estaremos influyendo más en nuestra audiencia.
Con esta guía ya tenemos básicos a cubrir para ser mejores oradores.
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Imagen de Rudy and Peter Skitterians en Pixabay
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