Robert Greene; autor de Las Leyes de la Naturaleza Humana y Las 33 Estrategias de la Guerra entre otros grandes libros, define que hay dos clases de tiempo en nuestra vida: Tiempo muerto y tiempo vivo. El tiempo muerto como su nombre señala es la espera pasiva e inercial a los eventos. Es renunciar en mi opinión, a las facultades que tenemos para construir nuestro presente y futuro. Todos hemos pasado por tiempos muertos en momentos límite o cuando no hemos tenido una orientación de parte de un mentor o un ser querido. Quedarnos inertes ante las circunstancias después de poco tiempo se vuelve una fuente de ansiedad y de insatisfacción. Si el cuerpo humano está diseñado para el movimiento, sin duda nuestra alma y nuestra mente también. La actividad denota evolución y sobre todo denota compromiso a través de nuestras decisiones para siempre estarnos modelando a pesar de las circunstancias.
Por eso vale la pena elegir el tiempo vivo siempre. Vale la pena elegir de forma deliberada como usaremos cada momento luminoso igual que sacaremos provecho de los momentos oscuros para hacernos una mejor versión. El tiempo vivo ve valor en cada experiencia pues además al elegirlo nuestra mente entiende el valor de aprovecharlo dado nuestro viaje temporal por esta realidad. Sin necesidad de llegar a situaciones límite como Víctor Frankl en los campos de concentración o Malcolm X preso durante la etapa de lucha por los derechos civiles en Estados Unidos; nos vemos enfrentados como ellos a una decisión cada momento: ¿Cómo usaremos el recurso más valioso e irrecuperable que tenemos? El tiempo vivo significa no solamente estar en movimiento permanente sino decidir conscientemente que acciones multiplican el valor de cada minuto, de cada hora. Elegir el tiempo vivo significa en mi opinión el mayor compromiso con nuestro autogobierno y por lo tanto con nuestro liderazgo.
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Foto de Nathan Dumlao en Unsplash
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