Hace unos días revisaba contenido para una charla sobre liderazgo y cambio.
Una de las referencias obligadas en el tema es el profesor de Harvard, John Kotter.
Tiene varios libros sobre el tema incluyendo algunos relatos de narrativa empresarial al estilo de Ken Blanchard o Patrick Lencioni.
Al repasar su libro, Al frente del cambio, me encontré con un pequeño diagrama.
En él, el profesor Kotter describe los motivos que generan complacencia en las organizaciones.
Este concepto va en sentido contrario al sentido de urgencia necesario para detonar grandes cambios.
Al leer y repasar el diagrama un par de ocasiones, me quedé con la reflexión de que este concepto es un enemigo del crecimiento; es un enemigo del liderazgo.
Sabemos que la perfección es inalcanzable. Pero la mejora continua si es algo que se puede desarrollar todos los días; siempre que evitemos la complacencia.
Cuando sentimos que no tenemos nada más que aprender, estamos cayendo en sus garras.
Cuando no queremos escuchar comentarios críticos sobre nuestro trabajo porque sabemos que nos sentiremos heridos, estamos dejando que la complacencia detenga nuestro crecimiento.
Cuando no subimos nuestros estándares constantemente o no nos incomodamos de manera proactiva, estamos provocando que la complacencia se adueñe de nuestra mentalidad. Y si dejamos que la complacencia genere un hábito, dejaremos de tener hambre para innovar, para inspirar, para crecer.
Es válido sentir y saber que hemos hecho el mejor trabajo posible para un momento de la verdad. Es necesario dar toques finales y salir al mercado a recibir retroalimentación. Pero siempre debemos partir de que la versión de hoy de nuestro trabajo o producto podrá ajustarse. Siempre hay que partir que podemos generar mejoras incrementales en beneficio de una cultura de constante evolución.
Y si queremos estimularnos todavía más, creo que vale la pena ponernos algunas restricciones por iniciativa. Vale la pena trabajar con limite de tiempo. Vale la pena recortar nuestros insumos disponibles para hacernos más recursivos. Esto expandirá nuestra capacidad de enfoque y nuestras fronteras para solucionar problemas.
Solo así, evitaremos al enemigo de la complacencia y ganaremos el seguir creciendo en lo individual, con nuestros equipos y organizaciones.
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