Stephen R. Covey en su libro Cómo construir la carrera de su vida nos hace una invitación interesante. Para encontrar nuestra vocación de carrera convirtámonos en voluntarios. Pensemos por un momento en qué estaríamos dispuestos a hacer incluso sin pago. Para ser un poco menos extremo podríamos pensar que si nuestras necesidades estuvieran plenamente cubiertas y garantizadas, ¿Qué haríamos cada día porque conecte con lo que más disfrutamos, con lo que más nos mueve?
Este sentido de ser voluntario tiene que ver con el poder de la vocación. La palabra viene de llamado en latín. Y para entender ese llamado, no necesitamos ponerle el nombre de una carrera o disciplina en específico. Pensemos en acciones. ¿Nos gusta enseñar? ¿Nos gusta tomar decisiones? ¿Nos gusta comunicar? ¿Nos gusta resolver problemas? Después de esa primera actividad definida en nuestro llamado preguntemos sobre el área en la que nos gustaría hacer esa actividad. Siguiendo el ejemplo de la enseñanza podríamos elegir entre algo de ciencias, humanidades o negocios. Y de ahí podemos seguir profundizando hacia ramas de conocimiento.
Podemos agregar una dimensión adicional a este ejercicio. ¿Cómo me gustaría enseñar o tomar decisiones? ¿De manera remota o presencial? ¿Me gustaría enseñar o tomar decisiones en mi idioma o en el de otra nación? Estos factores de contexto nos pueden ayudar a entender si el vehículo que nos lleve a este llamado (nuestra carrera) tiene o no aplicación en esos contextos. Con estos filtros primarios podríamos decidir que nuestra carrera requiere que cambiemos el contexto con una decisión nuestra. Y así podremos disfrutarla y ejercerla con más ventajas.
Con esta reflexión te invito a revisar constantemente ese verdadero norte; que es nuestra vocación. Entre más lo calibremos, iremos por un camino más cierto y favorable para nosotros.
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Foto de Joel Muniz en Unsplash
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