Hace un par de semanas tuve una conversación inolvidable. Una persona que conozco de hace varios años me compartió algunos de sus más recientes retos personales. Me comentó como a pesar de los momentos difíciles, él está consciente que no puede doblegarse, por su familia. Aunque sienta cansancio, valora los saludos con sus clientes y el estar de forma constante listo a servir. Me compartía como gente con la que tiene intercambios fugaces a lo largo del tiempo ha regresado de manera sorpresiva para ayudarlo, para darle ánimos.
No pude hacer otra cosa que sentirme movido por la emoción y al mismo muy agradecido por esa experiencia. La vida es tan frágil y tan efímera; que aprendemos a apreciarla en medio de los grandes retos. Aprendemos a sonreír y a tener nuestra mejor actitud cuando nos vemos enfrentados a pruebas inesperadas. En ese momento, sabemos que las sonrisas que dábamos como algo natural, automático, son más significativas que nunca para quienes nos rodean tanto como para nosotros.
No debemos esperar a vernos sumergidos en una prueba para programar nuestra mente y nuestra alma para ver el mundo de la mejor manera. Si a pesar de los retos, tenemos la disciplina y el compromiso de recrearnos cada jornada en nuestra mejor versión; lograremos hacer de nuestro viaje algo hermoso e inspirador.
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