Nuestras reacciones nos ayudan en nuestro sentido de preservación.
Pero en el ámbito profesional, un exceso de reacción puede ir en contra de nuestros objetivos.
El no saber procesar correctamente noticias o el dejarse llevar por las prisas puede ocasionar retrabajos o errores costosos.
Recordemos que lo hecho o dicho en un momento de exaltación en la mayoría de los casos no tendrá vuelta atrás.
Ya habremos marcado nuestra reputación e imagen a corto o largo plazo dependiendo del evento. Además, esas reacciones tendrán un efecto de onda más allá de las personas con las que compartimos.
Ante la potencial reacción, siempre hay un momento de pausa que podemos elegir.
Siempre hay una ventana para preguntar, para pedir que nos repitan la información y procesarla mejor.
De esa manera también podemos llamar a nuestra mente racional a que nos guie para entender causas y diseñar caminos alternos. La reflexión siempre será un arma valiosa para darnos claridad y calma.
La reflexión también será un medio de inspiración para nuestro equipo.
Así podremos enseñarles que ante la presión tenemos flexibilidad y dominio para conducir nuestras respuestas de la mejor forma.
Si nos vemos enfrentados a un problema, detengámonos un momento para elegir conscientemente: Reacción Reflexión. Me parece muy útil en la mayoría de los casos ir por la segunda alternativa.
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Imagen de Santiago Lacarta en Pixabay
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