Las creencias son alimento anímico y emocional.
Su poder es tan importante como el de la mejor vitamina.
Las creencias limitantes o que nos degradan pueden envenenarnos.
No solo afectan nuestro presente minando nuestra confianza.
También borran el camino fértil de nuestro potencial al sembrarlo de dudas.
Por lo tanto, así como cuidamos nuestro cuerpo, así debemos cuidar el alimento de nuestra mente y nuestro espíritu.
La calidad de nuestras creencias reforzará nuestros mejores hábitos.
La calidad de nuestras creencias impulsará nuestro valor para atrevernos a nuevos proyectos que nos abran al mundo que queremos.
La calidad de nuestras creencias pintará la brillantez u oscuridad de nuestro liderazgo.
Por lo tanto, las creencias nos construirán sobre cimientos indestructibles.
O si lo permitimos, las creencias serán la frágil base que se sacuda ante las pruebas de la vida.
Las creencias están en nuestro control, para que de ahí descubramos grandes tesoros y la capacidad de iluminar a otros.
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