Los expertos en gestión de diferentes lugares coinciden que el líder es guardián del desempeño y de la cultura de la empresa. Desempeño implica que los resultados de los indicadores son por completo nuestra responsabilidad. Debemos asegurar eficiencia (hacer buen uso de nuestros recursos), efectividad (lograr las metas propuestas) y que ambas se traduzcan en crecimiento y sustentabilidad del negocio. Pero el desempeño no surge en aislamiento. Las empresas son redes de conocimiento y conversación. Y necesitamos que esas redes desplieguen toda su fuerza y alineación con lo que el líder ha puesto en su mente como el rumbo de la empresa.
Para lograr lo anterior se necesita la cultura organizacional. Y no solamente debemos observar los comportamientos, lenguajes y hábitos de los equipos de trabajo. Debemos procurar que estas muestras de conducta sean positivas. Una cultura que construye futuro en la empresa estará definida por compromiso del personal, confianza, colaboración, cordialidad, exigencia y energía. Cada miembro del equipo multiplica con los demás para que todos se mejoren e impacten a la organización de mejor manera. El compromiso significa que los miembros del equipo dan la milla extra por los demás de manera proactiva, no solo por el líder. La confianza es clave para generar transparencia y apego a las mejores prácticas.
Estos dos elementos combinados forman a las mejores empresas. Lograrlos al mismo tiempo es difícil pero siempre deseable. En los ambientes en los que el desempeño y la cultura están en su más alta expresión existe adaptabilidad e ideas constantes para innovar. ¿Se puede tener una empresa sólida solamente con uno de estos dos conceptos? En mi opinión y experiencia esto no es posible.
El desempeño sin cultura ejercerá una presión en los colaboradores sin la mínima consideración a sus necesidades. Se puede lograr el resultado pero no de manera sostenible ya que habrá una constante rotación del personal. Y además, el desempeño a costa de lo que sea es un terreno fértil para romper el marco ético de la organización poniendo en riesgo no solo su presente, sino su futuro.
Y la cultura sin desempeño es igual de nociva. Sin una exigencia por alcanzar metas la complacencia detiene el crecimiento del personal y por ende de la organización. Esto desmotivará al talento que también irá a dónde vea un reto y realización de su propósito que les permita aprovechar mejor sus capacidades. Esto a la larga generará una organización que no compita y que por lo tanto sea relegada del mercado.
Por lo tanto, nunca debemos perder de vista estos dos pilares que forman la marca de un liderazgo sólido en los equipos y en las empresas: Desempeño y cultura como los focos para construir el sello de nuestro trabajo.

Foto de Roberta Sorge en Unsplash
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