Cada minuto vale.
Cada minuto es una oportunidad de hacer algo significativo.
Sabedores de que cada minuto no volverá, debemos elegir de forma consciente nuestras actividades.
El mayor peligro de nuestra administración de tiempo es el piloto automático.
El desperdiciar minutos que nos pueden hacer crecer, que impulsan nuestros objetivos o nos conectan con los que amamos es imperdonable.
Si queremos que cada minuto sea una misión cumplida, debemos incorporar la intencionalidad en nuestras actividades. Y como punto adicional, podemos incorporar siempre límites de tiempo para obligarnos a estar enfocados.
De esa forma sabremos que estamos usando estos recursos de la mejor manera. Por eso existen tantas sugerencias como la técnica Pomodoro que habla de trabajar por espacios limitados de tiempo. Cuando nos enfocamos y sabemos que tendremos un espacio de descanso, nuestra mente tiene una motivación sobre la cual trabajar.
Seamos cuidadosos para evitar que pasen espacios de la jornada en los que sorprendidos digamos: ¿Qué fue lo que realmente estaba haciendo? ¿Cómo fue que perdí tanto tiempo? Este recurso al igual que nuestra salud es el que más debemos resguardar con celo y cuidado.
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